lunes, 28 de octubre de 2013

¿Hay solución?

"Eso es lo que evita que uno diga que llueva napalm [...] siempre hay un justo en Sodoma". ¿Siempre lo hay? Es posible que sí, el problema es, ¿qué puede hacer un justo en un mundo de injusticia? No es difícil que se vea atrapado en la corriente de la sociedad, en el torrente de ideas a menudo erróneas que todos a su alrededor creen sin dudar o siquiera acoger la posibilidad de que no sean ciertas o necesarias. Y aunque sea lo suficiente fuerte como para aguantar de pie, firme en sus convicciones, ¿qué mecanismos posee para sobrevivir en un mundo que gira en sentido contrario? Si aparenta ser como los demás será un luchador perdido, como un bolígrafo sin tinta. Si se levanta, ¿qué posibilidades hay que que sea tomado en cuenta?
Solo es uno entre millones, y aunque consiguiese hacerse oír, si en un rebaño una oveja negra destaca y amenaza con cambiar el rumbo del rebaño, el pastor rápido le pondrá remedio. Entonces, ¿hay esperanza de cambio? La hay o, por lo menos, debemos pensar que la hay si queremos que de verdad la haya, al fin y al cabo, si hay uno, ¿no podrá haber más? Y si los hay y ven más de su condición, ¿no sentirán la obligación de acompañarlo? Solo nos queda desear que así sea.

"El hombre habrá recordado que el mundo es un lugar peligroso" Realmente, ¿el mundo lo es? Claro que sí, hay leones que cazan, virus que te destruyen por dentro e incluso piedras en el suelo que te hacen tropezar. Pero... ¿realmente ese es el peligro? Diría que no, lo más peligroso para un ser humano es otro ser humano. Sí, triste, pero no por ello menos cierto y es que al final en vez de ayudarse entre sí en una relación simbiótica los humanos tienden a luchar entre sí, a hundir al otro esperando que la tercera ley de la dinámica les alce a cambio sin darse cuenta de que lo único que consigue es tirar piedras contra su tejado, contra el tejado de todos. Por desgracia es un hecho probado (o quizá no, pero sí aceptado por todos) que el ser humano es un ser social y necesita compañía, entonces... ¿qué hacer? Si estamos obligados a vivir con una especie autodestructiva, ¿estamos por ello condenados a destruirnos a nosotros mismos? La naturaleza no sería tan cruel, al fin y al cabo, la evolución nos dice que "somos los mejor adaptados" luego... debemos pensar que sí podemos convivir sin destruirnos, tendremos que aprender cómo, antes de que sea demasiado tarde y no queda nada que salvar de nuestra propia destrucción.

"El ciudadano educado tiene mecanismos para cambiar el mundo" La pregunta evidente al leer esto es: si el ciudadano educado puede cambiar el mundo... ¿quién, dentro de ese mundo, puede educarlo para que sea capaz de cambiarlo? Y eso nos lleva (del mismo modo que a Aristóteles el movimiento) a pensar en que para que alguien eduque debe estar educado, y si está educado debe haberle educado alguien y así sucesivamente, lo que nos lleva a... ¿Un primer educador maleducado? Sería demasiado indeterminado para un mundo que necesita respuestas... entonces... ¿cómo lo resolvemos? Prescindiendo del educador sin duda, debemos ser nosotros mismos quienes, sin aceptar dogmas o prejuicios de otros quienes nos eduquemos a nosotros mismos, intentando permanecer alejados de lo que piensan, centrándonos en lo que pensamos para así poder crear una nueva educación propia y, seguramente, más pura y verdadera que la que podamos asumir de cualquier tradición o educador.


Bueno, tenía ganas de escribir después de tanto tiempo sin hacerlo y me he prepuesto continuar (aunque bien podría decir empezar) este blog con un post todos los lunes... a ver si soy capaz de ello.

PD: las citas fueron tomadas de la entrevista a Arturo Pérez-Reverte que hizo Jordi Évole en Salvados ayer.

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